Reportaje | A donde nos Lleve el Viento
Desde el comienzo de su historia sobre la Tierra, el hombre siempre quiso volar. Lo intentó Ícaro, según la mitología griega, pero sus alas se fundieron al
llegar al sol y él cayó al mar.
Y lo consiguieron los hermanos Montgolfier, en Francia, en el siglo XVlll, primero con un aerostato de papel, al que después añadieron una cesta en la que
viajaron, antes que ellos, una oveja, un pato y un gallo. Habían inventado los viajes en globo.
Hoy los materiales son otros y los pasajeros del viento no necesitan ser aguerridos aventureros, cualquiera puede conseguirlo, bien formándose en escuelas de
vuelo y adquiriendo licencias y equipos o, mucho más sencillo, contratando un vuelo.
Lo que sí se mantiene a diferencia, por ejemplo, de aviones y helicópteros es la incertidumbre de la dirección a seguir y el lugar exacto del aterrizaje,
porque en última instancia, es el viento quien lo elige, por supuesto con toda la seguridad de la tecnología actual y el buen hacer de pilotos
experimentados.
Pero ese componente de aventura no se ha perdido. Todo está controlado, pero no todo está decidido. Aventura, al fin y al cabo, que es lo que a veces
queremos incorporar en nuestras automatizadas vidas.
Los paseos en globo suelen hacerse siempre a primera hora de la mañana. Lo que hace volar al aerostato es un principio muy simple: se calienta el aire dentro
del globo y la diferencia de temperatura con el exterior hace que se eleve. El aire fresco de la mañana ayuda, la atmósfera es más estable y se evitan
corrientes térmicas indeseables.
La aventura comienza con el inflado, una de las operaciones más vistosas del proceso y en la que podemos participar, ayudando a la tripulación. Cuando la
vela alcanza los 30 metros de altura como un edificio de siete plantas ya estamos listos para el vuelo.
Los viajeros se suben entonces a la barquilla y se disponen a volar, mecidos suavemente por el viento. Según donde se haga el despegue, el paisaje será más
urbano o más agreste, pero siempre diferente al que solemos ver con los pies en la tierra.
Lo mejor de volar en globo es ese punto de vista elevado que nos permite ver los campos, los árboles, los animales, las casas e incluso a las personas,
desde un punto de vista que hasta entonces no habíamos disfrutado.
Una de las opciones más atractivas para viajar en globo, consiste en ver "desde arriba" lugares tan atractivos como Segovia y su acueducto. Uno de los paseos
más recomendables y también uno de los más demandados, porque se está convirtiendo en el favorito entre quienes quieren probar la experiencia o regalarla.
Y es que además de darnos el gusto de montar nosotros, solos o en familia las barquillas pueden albergar hasta diez pasajeros, también podemos contratar un
vuelo para tener un detalle con quien queramos, entregándoles un billete con "fecha abierta" de manera que sólo tendrán que concertar el día que más les
convenga y prepararse para vivir la aventura, comprobando, como aquellos pioneros de hace más de doscientos años, que el ser humano también puede volar.